La reacción
En los últimos tiempos el escenario económico y político se
está acercado a la máxima tensión en España. Muchos moderados no encuentran las
vías de expresión y de modificación de las normas que rigen la convivencia
democrática. Vemos como estas normas han ido siendo convertidas en “trampas” al
servicio de intereses económicos particulares del status quo actual. Normas a
medida que a través de subterfugios y “defectos de forma” permiten a un círculo
concreto, ese status quo, obrar a su antojo contra el interés general. Aleix
Saló lo retrata magistralmente en el vídeo promocional de su nuevo proyecto
“Euro pesadilla”.
Aquellos que en las últimas décadas se han dedicado a el
estudio crítico, concienzudo, académico, de la situación “real”, más allá de
los debates generalistas que se escenifican en los medios de comunicación
mayoritarios o de masas, empiezan a albergar ideas reaccionarias, tal vez de
forma velada o pecando sólo de pensamiento, aun bajo control. Pero en los entornos
del común de los ciudadanos el deseo de “ver rodar cabezas” empieza a
extenderse más allá de la forma “figurada”.
Los casos aun aparentes de corrupción estructural del PP
encienden los ánimos en las filas de aquellos que, sin ofender, tienen una
visión no muy clara de la democracia, o directamente de desprecio por inútil. Así
los “reaccionarios clásicos” son agitados por las circunstancias. Vale la pena
aclarar que todo ello sucede pese al bagaje antiterrorista de la sociedad
española, y de reticencia absoluta que tiene la mayoría a las acciones
violentas, aportado por la prolongada experiencia que ha supuesto afrontar la
existencia de la banda terrorista ETA, con sus métodos violentos, al tomar “la
justicia por su mano” con repetidos
asesinatos, secuestros, chantajes y atentados.
Además se añade la figura del Rey y la casa real, que se
perfila, ya sin velos ante la ciudadanía, como “unos mangantes más”. Con la
claridad de que la legalidad vigente protege totalmente a Su Majestad,
asignándole una irresponsabilidad e inviolabilidad total, que en la práctica le
permite a él y a su “entorno” campar a sus anchas tomando con descaro todo
aquello que deseen. Una imagen que no beneficia el equilibrio social que nos
proporciona nuestra constitución.
Así se observa también la dura campaña del sector bancario,
que no retrocede ni un centímetro, en la defensa de “sus derechos” suscritos en
las hipotecas concedidas en la época de bonanza descontrolada. Permitiéndose
por parte del gobierno la evidente situación de injusticia que generan los
desahucios, que dejan en la calle a decenas de personas diariamente, y con el
agravante de que esas personas no resuelven sus deudas con las entidades
bancarias, gracias a la actual ley hipotecaria considerada ilegal por los
tribunales europeos.
El status quo español se retrata en su cada vez más evidente
gesto de autodefensa. Esto, en las actuales circunstancias económicas de amplia
pobreza y dificultades de una mayoría de la población, afecta al estomago de
todos aquellos no alineados en los grupos que componen el status quo.
Generándose una acidez y ulcera estomacal previa a la reacción.
Nos hallamos en un punto de inflexión de la cultura política
de la sociedad española, europea y global. Gracias a la labor de cientos de
intelectuales, ciudadanos, articulistas, periodistas, militantes y otros, hemos
podido dibujar la situación mucho antes de esa “acidez” tan peligrosa. La
catarsis política que supuso tras años, más bien décadas, de gestación del
punto de encuentro, casi fenómeno de masas, que supuso la erupción del 15M, ha
abierto un espacio de organización de los diversos movientes sociales, que
además de los variados asuntos que tratan, reclaman un espacio de autentico
poder democrático directo.
Se suman, también, las acciones de diversos “insiders” de
las estructuras clásicas de poder. Dentro de “algunos” partidos políticos, o
del poder judicial, e incluso de la policía y atrevidos profesionales de los
medios de comunicación. Esta vía abierta, gracias al autentico respeto por
nuestras normas constitucionales y sobre todo su esencia, propicia una salida a
la situación que no es sencilla. Los acontecimientos empiezan a superar la
velocidad con la que nuestra democracia puede actuar ante los retrasos,
impedimentos, “palos en la rueda” y otras acciones del llamado status quo.
Alimentando aun más a la reacción.
El espacio de poder democrático directo que se reclama desde
los movimientos sociales empieza a ser realmente necesario. Aliviar la ansiedad
de una creciente masa de la población empujada a penosas circunstancias es imperativo,
si no se quiere llegar a un extremo de explosión social y reacción
descontrolada. El propio status quo parece empezar a ser consciente de esto,
pero sus consolidados intereses, estructuras, métodos y actos lo impiden. En
los entornos políticos europeos se dividen el enfoque entre conservadores
partidarios de la gestión de la escasez y socialdemócratas con una difusa e
imposible idea de retorno al crecimiento y mejor redistribución de la riqueza.
Pero aquello que no ven es el clamor social por encontrar un nuevo equilibrio democrático
que ayude a afrontar la actual crisis.
Más allá de las visiones conservadoras o progresistas, de
izquierdas o de derechas. Ahora, como expone Aleix Saló, la cuestión no se
encuentra en el debate entre ambas posturas clásicas, sino en cómo evitar la
corrupción que está infiltrada en todo nuestro sistema. Una vía de acceso a la ciudadanía
para consensuar las líneas rojas sin la dudosa supervisión de partidos y gobierno.
En la búsqueda de esa vía en España se ha recurrido a la ILP
(Iniciativa Legislativa Popular). Básicamente un colectivo con una propuesta
legislativa concreta reúne al menos 500.000 firmas de apoyo y la presenta a las
cortes. La experiencia permite observar que dificultades encuentra en su
tramitación, en resumen la oposición del partido mayoritario pervierte o
paraliza la iniciativa. Se evidencia que pese a la legitimidad de una propuesta
ciudadana esta puede ser descarta sin más, pese al consenso social sobre la
misma. Esto frustra a los que siguen las vías existentes en nuestra democracia
y no hace más que empeorar la situación al alimentar a la reacción.
¿Y si las ILPs no pasara por el filtro de los partidos políticos?
¿Y si fueran directamente sometidas a referéndum para su aprobación sea cual
sea la iniciativa? ¿Política-ficción?
Los movimientos sociales claman por ello. Ejemplos como la
democracia en Suiza con su sistema directo han ido calando en el ideario de los
movimientos sociales. Por tanto esta vía, sin ser dramática, podría servir para
encontrar alivio a la tensión social. Claro que todo requiere límites, el límite
natural del respeto por los derechos humanos. ¿Tal vez nuestra constitución
seria otro límite? ¿Debería abrirse la posibilidad de reformarla por el pueblo
para el pueblo? Estas cuestiones deben plantearse en un espacio auténticamente democrático.
En la actualidad las posturas clásicas de derechas e
izquierdas conviven con un “método” de toma de decisiones que “mide” el apoyo
por unas políticas extremas y opuestas. Pese a ser posturas “radicales” generan
la aproximación de afines más moderados y el efecto de división de posturas y políticas
en el electorado. Dejando en manos de eternos “indecisos” el rumbo político.
Estos indecisos en general son influenciados por la maquinaria publicitaria de
los partidos, su realidad subjetiva y por su escepticismo. Se crea así una “pendulación”
constante en el rumbo político de la democracia, algo que el status quo aprovecha
para defender sus intereses y fortalecer su posición en el poder con los
gobiernos formados por un signo político u otro.
Centrémonos en el “método”. Medir el apoyo implica evitar el
consenso “empujando” las posturas hacia los extremos.
Christian Felber, es miembro fundador del movimiento de
justicia global Attac en Austria.
Son muy interesantes sus trabajos sobre la “economía del bien común”. Ha sido
muy hábil al acotar los problemas de nuestro sistema socioeconómico. Entre sus
muchos trabajos resulta interesante la idea del “consenso sistémico”. En este
caso en vez de medir el apoyo a diversas propuestas se mide la resistencia.
Al medir la resistencia a las propuestas nos encontramos con
varios “efectos” las propuestas extremas y opuestas tienen una gran
resistencia, por el contrario las medidas moderadas tienen menor resistencia y
acercan a moderados de ambos extremos. Facilitando encontrar el consenso.
Asombra la facilidad con que este método de toma de decisiones mejora encontrar
ese punto medio. Dibujando claramente las líneas rojas. ¿Es más fácil definir
qué queremos decidiendo que no queremos?
Tal vez los pilares en los que se pueda levantar ese
necesario espacio de poder democrático directo sean una combinación de ILP y referéndum
que mida resistencias a las propuestas de los diversos movimientos sociales.
Ya Platón hablaba de las alianzas de los medios con los
bajos para eliminar a los altos, para que los medios fueran los nuevos altos.
La reacción, la confrontación, la lucha por el poder, el eterno conflicto de
poderosos y débiles. ¿No debiera estar superado gracias al respeto de los
derechos humanos, la búsqueda de la paz y el bien común, en esencia la
democracia?
¿En serio vamos a cometer los mismos errores dos mil
trescientos años después?
Modestamente, Hari Seldon.