miércoles, 17 de abril de 2013


La reacción


En los últimos tiempos el escenario económico y político se está acercado a la máxima tensión en España. Muchos moderados no encuentran las vías de expresión y de modificación de las normas que rigen la convivencia democrática. Vemos como estas normas han ido siendo convertidas en “trampas” al servicio de intereses económicos particulares del status quo actual. Normas a medida que a través de subterfugios y “defectos de forma” permiten a un círculo concreto, ese status quo, obrar a su antojo contra el interés general. Aleix Saló lo retrata magistralmente en el vídeo promocional de su nuevo proyecto “Euro pesadilla”.

Aquellos que en las últimas décadas se han dedicado a el estudio crítico, concienzudo, académico, de la situación “real”, más allá de los debates generalistas que se escenifican en los medios de comunicación mayoritarios o de masas, empiezan a albergar ideas reaccionarias, tal vez de forma velada o pecando sólo de pensamiento, aun bajo control. Pero en los entornos del común de los ciudadanos el deseo de “ver rodar cabezas” empieza a extenderse más allá de la forma “figurada”.

Los casos aun aparentes de corrupción estructural del PP encienden los ánimos en las filas de aquellos que, sin ofender, tienen una visión no muy clara de la democracia, o directamente de desprecio por inútil. Así los “reaccionarios clásicos” son agitados por las circunstancias. Vale la pena aclarar que todo ello sucede pese al bagaje antiterrorista de la sociedad española, y de reticencia absoluta que tiene la mayoría a las acciones violentas, aportado por la prolongada experiencia que ha supuesto afrontar la existencia de la banda terrorista ETA, con sus métodos violentos, al tomar “la justicia por su mano”  con repetidos asesinatos, secuestros, chantajes y atentados.

Además se añade la figura del Rey y la casa real, que se perfila, ya sin velos ante la ciudadanía, como “unos mangantes más”. Con la claridad de que la legalidad vigente protege totalmente a Su Majestad, asignándole una irresponsabilidad e inviolabilidad total, que en la práctica le permite a él y a su “entorno” campar a sus anchas tomando con descaro todo aquello que deseen. Una imagen que no beneficia el equilibrio social que nos proporciona nuestra constitución.

Así se observa también la dura campaña del sector bancario, que no retrocede ni un centímetro, en la defensa de “sus derechos” suscritos en las hipotecas concedidas en la época de bonanza descontrolada. Permitiéndose por parte del gobierno la evidente situación de injusticia que generan los desahucios, que dejan en la calle a decenas de personas diariamente, y con el agravante de que esas personas no resuelven sus deudas con las entidades bancarias, gracias a la actual ley hipotecaria considerada ilegal por los tribunales europeos.

El status quo español se retrata en su cada vez más evidente gesto de autodefensa. Esto, en las actuales circunstancias económicas de amplia pobreza y dificultades de una mayoría de la población, afecta al estomago de todos aquellos no alineados en los grupos que componen el status quo. Generándose una acidez y ulcera estomacal previa a la reacción.

Nos hallamos en un punto de inflexión de la cultura política de la sociedad española, europea y global. Gracias a la labor de cientos de intelectuales, ciudadanos, articulistas, periodistas, militantes y otros, hemos podido dibujar la situación mucho antes de esa “acidez” tan peligrosa. La catarsis política que supuso tras años, más bien décadas, de gestación del punto de encuentro, casi fenómeno de masas, que supuso la erupción del 15M, ha abierto un espacio de organización de los diversos movientes sociales, que además de los variados asuntos que tratan, reclaman un espacio de autentico poder democrático directo.

Se suman, también, las acciones de diversos “insiders” de las estructuras clásicas de poder. Dentro de “algunos” partidos políticos, o del poder judicial, e incluso de la policía y atrevidos profesionales de los medios de comunicación. Esta vía abierta, gracias al autentico respeto por nuestras normas constitucionales y sobre todo su esencia, propicia una salida a la situación que no es sencilla. Los acontecimientos empiezan a superar la velocidad con la que nuestra democracia puede actuar ante los retrasos, impedimentos, “palos en la rueda” y otras acciones del llamado status quo. Alimentando aun más a la reacción.

El espacio de poder democrático directo que se reclama desde los movimientos sociales empieza a ser realmente necesario. Aliviar la ansiedad de una creciente masa de la población empujada a penosas circunstancias es imperativo, si no se quiere llegar a un extremo de explosión social y reacción descontrolada. El propio status quo parece empezar a ser consciente de esto, pero sus consolidados intereses, estructuras, métodos y actos lo impiden. En los entornos políticos europeos se dividen el enfoque entre conservadores partidarios de la gestión de la escasez y socialdemócratas con una difusa e imposible idea de retorno al crecimiento y mejor redistribución de la riqueza. Pero aquello que no ven es el clamor social por encontrar un nuevo equilibrio democrático que ayude a afrontar la actual crisis.

Más allá de las visiones conservadoras o progresistas, de izquierdas o de derechas. Ahora, como expone Aleix Saló, la cuestión no se encuentra en el debate entre ambas posturas clásicas, sino en cómo evitar la corrupción que está infiltrada en todo nuestro sistema. Una vía de acceso a la ciudadanía para consensuar las líneas rojas sin la dudosa supervisión de partidos y gobierno.

En la búsqueda de esa vía en España se ha recurrido a la ILP (Iniciativa Legislativa Popular). Básicamente un colectivo con una propuesta legislativa concreta reúne al menos 500.000 firmas de apoyo y la presenta a las cortes. La experiencia permite observar que dificultades encuentra en su tramitación, en resumen la oposición del partido mayoritario pervierte o paraliza la iniciativa. Se evidencia que pese a la legitimidad de una propuesta ciudadana esta puede ser descarta sin más, pese al consenso social sobre la misma. Esto frustra a los que siguen las vías existentes en nuestra democracia y no hace más que empeorar la situación al alimentar a la reacción.

¿Y si las ILPs no pasara por el filtro de los partidos políticos? ¿Y si fueran directamente sometidas a referéndum para su aprobación sea cual sea la iniciativa? ¿Política-ficción?

Los movimientos sociales claman por ello. Ejemplos como la democracia en Suiza con su sistema directo han ido calando en el ideario de los movimientos sociales. Por tanto esta vía, sin ser dramática, podría servir para encontrar alivio a la tensión social. Claro que todo requiere límites, el límite natural del respeto por los derechos humanos. ¿Tal vez nuestra constitución seria otro límite? ¿Debería abrirse la posibilidad de reformarla por el pueblo para el pueblo? Estas cuestiones deben plantearse en un espacio auténticamente democrático.

En la actualidad las posturas clásicas de derechas e izquierdas conviven con un “método” de toma de decisiones que “mide” el apoyo por unas políticas extremas y opuestas. Pese a ser posturas “radicales” generan la aproximación de afines más moderados y el efecto de división de posturas y políticas en el electorado. Dejando en manos de eternos “indecisos” el rumbo político. Estos indecisos en general son influenciados por la maquinaria publicitaria de los partidos, su realidad subjetiva y por su escepticismo. Se crea así una “pendulación” constante en el rumbo político de la democracia, algo que el status quo aprovecha para defender sus intereses y fortalecer su posición en el poder con los gobiernos formados por un signo político u otro.

Centrémonos en el “método”. Medir el apoyo implica evitar el consenso “empujando” las posturas hacia los extremos.


Christian Felber, es miembro fundador del movimiento de justicia global Attac en Austria. Son muy interesantes sus trabajos sobre la “economía del bien común”. Ha sido muy hábil al acotar los problemas de nuestro sistema socioeconómico. Entre sus muchos trabajos resulta interesante la idea del “consenso sistémico”. En este caso en vez de medir el apoyo a diversas propuestas se mide la resistencia.



Al medir la resistencia a las propuestas nos encontramos con varios “efectos” las propuestas extremas y opuestas tienen una gran resistencia, por el contrario las medidas moderadas tienen menor resistencia y acercan a moderados de ambos extremos. Facilitando encontrar el consenso. Asombra la facilidad con que este método de toma de decisiones mejora encontrar ese punto medio. Dibujando claramente las líneas rojas. ¿Es más fácil definir qué queremos decidiendo que no queremos?

Tal vez los pilares en los que se pueda levantar ese necesario espacio de poder democrático directo sean una combinación de ILP y referéndum que mida resistencias a las propuestas de los diversos movimientos sociales.

Ya Platón hablaba de las alianzas de los medios con los bajos para eliminar a los altos, para que los medios fueran los nuevos altos. La reacción, la confrontación, la lucha por el poder, el eterno conflicto de poderosos y débiles. ¿No debiera estar superado gracias al respeto de los derechos humanos, la búsqueda de la paz y el bien común, en esencia la democracia?

¿En serio vamos a cometer los mismos errores dos mil trescientos años después?

Modestamente, Hari Seldon.